Entrevista: Farith Simon hace una lectura sobre la
conducción del debate de un nuevo periodo presidencial desde el
oficialismo. El no someter el tema a consulta es una contradicción al
proyecto de la revolución ciudadana.
Alianza País ha debatido el tema de la reelección cada vez que el Presidente lo pone sobre la mesa. ¿Cuál es su lectura del tema?
Las reformas sobre la reelección son una respuesta a la debilidad de ese movimiento para encontrar un candidato a las elecciones de 2017. Puede ser que hasta ese momento encuentren un candidato pero, si no se tramita la enmienda constitucional en este momento concreto, se cierra la posibilidad constitucional. Hay que recordar que la enmienda necesita 13 meses de trámite y no se pueden hacer reformas en materia electoral sino hasta un año antes de las elecciones. Por lo tanto, la debilidad de AP, el no tener un recambio, no tener un candidato fuerte, demanda que hagan la reforma en este momento. Es una puerta que quieren dejar abierta.
En el debate entró un nuevo elemento: el cambio en la edad de los aspirantes. ¿Confirma ese anhelo una reforma a medida del oficialismo?
Lamentablemente, seguimos con las reformas a medida de un movimiento político. El tema de la edad también responde a eso. Responde a los cuadros políticos de AP que se ven con alguna posibilidad de recambio. Eso no tiene que ver con el fortalecimiento de la democracia ni del Estado de Derecho ni el fortalecimiento del Estado constitucional. Tiene que ver con un cálculo político concreto. Y, lamentablemente, en un país donde las reformas se hacen ad hoc, se está demostrando la limitación del proyecto político y se vuelve a los vicios del pasado, a los vicios del caudillismo como Leitmotiv para la reforma.
¿El escenario, desde ese punto de vista, es de control total?, ¿Cómo avizora usted el debate con los elementos que se perfilan?
Estamos asistiendo ya a una campaña anticipada. El resultado de las seccionales del 23 de febrero removió el movimiento y ha hecho que más allá de la coyuntura se esté pensando en 2017. Hay voces que consideran que la crisis económica podría ser un factor relevante para la presentación o no del Presidente. Creo que no es así. Lo que condiciona la posibilidad de que se presente, después de que se tramite la enmienda de la reelección, dependerá de las posibilidades de triunfo de AP con otro candidato.
¿Y el discurso de la restauración conservadora? El Presidente había asegurado que no estaba en sus planes volver a las lides electorales
Requerían una justificación, que podía venderse a la sociedad ecuatoriana, para un cambio tan dramático de posición. Además de eso, en democracia, el hecho de que haya otras fuerzas, otros proyectos políticos en juego, otros intereses y otras formas de entender el mundo, es parte del pluralismo. Puede ser que uno no esté de acuerdo con esas otras visiones, pero son parte de las opciones de una sociedad. El riesgo del debate político con otras opciones solo existe para AP pero para la democracia lo fundamental es que las personas tengan información y puedan decidir. La Constitución de 2008 establece un modelo de sociedad en la que uno podía estar de acuerdo o desacuerdo. Ahora lo ha demostrado el propio AP, la Carta Magna puede ser modificada en función de los intereses coyunturales de una fuerza política. Ellos mismo están debilitando ese proyecto. Ahí hay una contradicción muy fuerte y muy grave del oficialismo respecto a lo que han defendido.
¿Es el origen del nuevo alcalde de Quito, Mauricio Rodas, o la campaña del líder de Creo, Guillermo Lasso, lo que dispara ese discurso?
Es una amenaza regional, en realidad. Se ha presentado como una amenaza a la patria grande, a los proyectos de los gobiernos progresistas, como los llaman. En Ecuador ha tenido que ver con la derrota del 23 de febrero. Pero, insisto, el tema de las opciones es parte de la pluralidad del ejercicio político, del proceso democrático. En esa medida, pensar que el discurso oficial es parte de una estrategia legítima para defender su proyecto político sería aceptar algo que ellos mismo rechazaban como práctica de la vieja política: que cualquier medio justifique alcanzar los fines. Obviamente, el 23 de Febrero y la presencia política de Lasso en este momento es parte de la discusión política del país y si uno es demócrata tiene que aceptar que hay ese debate.
Pero el oficialismo se ampara en la mayoría en la Asamblea como un argumento de legitimidad y de representación ciudadana. ¿Es suficiente?
Habría que recordar que esas reglas se aprobaron mediante un referéndum. Los ecuatorianos aprobaron de forma mayoritaria el hecho de que en Ecuador había una reelección limitada, por lo tanto la Constitución fue legitimada por el pueblo a través del voto. Cuando se modifica esta idea central de la reelección se entendería que ellos iban a ser consistentes con el discurso previo, es decir, que el poder constituido no podía modificar lo que el poder constituyente estableció. También se esperaban que fueran consecuentes con su discurso de que los grandes temas del país se tenían que someter a consulta popular. Cuando deciden no hacerlo, están yendo contra su discurso de legitimidad democrática a través de las urnas y contra su propia defensa de que el interés de la sociedad en temas relevantes debía reflejarse a través de las consultas populares. El resultado: someten un tema de trascendencia nacional a un cálculo de coyunturas. No quieren desgastarse en una campaña por la reelección. Constitucionalmente es posible. Pero es inconsecuente con su propio discurso e inconsistente con los valores que decían defender.
Pese a no necesitarlo, AP ha buscado el apoyo de partidos aliados como el Socialista y Avanza en el tema de la reelección. Además, acordaron formar un gran frente de izquierda, desconociendo al que ya existe en la Asamblea.
Desde la perspectiva de la credibilidad, solo alguien que esté muy despistado podría creer que eso demuestra un nivel de consenso de fuerzas políticas. En el tema ideológico, Avanza está más cercano a la socialdemocracia. Es un discurso político más que ideológico.
¿En qué medida, el debate de la reelección atomiza las diferencias políticas al interior de AP? ¿Es este tema la forma de zanjar la diversidad de criterios?
AP se alineará a lo que diga el Presidente Correa. Por eso era tan importante su declaración adhiriéndose al proyecto de la reelección. Su voz elimina cualquier posición de debate sobre el tema. Las diferencias internas no se van a presentar a la esfera pública, no habrán contradicciones importantes. Hacia adentro, no sabemos. (PRN)
Lo que condiciona la presentación de Correa es la posibilidad de triunfo con otro candidato’.
AP no quiere desgastarse en una campaña por la reelección. Es inconsecuente con su discuro
Alianza País ha debatido el tema de la reelección cada vez que el Presidente lo pone sobre la mesa. ¿Cuál es su lectura del tema?
Las reformas sobre la reelección son una respuesta a la debilidad de ese movimiento para encontrar un candidato a las elecciones de 2017. Puede ser que hasta ese momento encuentren un candidato pero, si no se tramita la enmienda constitucional en este momento concreto, se cierra la posibilidad constitucional. Hay que recordar que la enmienda necesita 13 meses de trámite y no se pueden hacer reformas en materia electoral sino hasta un año antes de las elecciones. Por lo tanto, la debilidad de AP, el no tener un recambio, no tener un candidato fuerte, demanda que hagan la reforma en este momento. Es una puerta que quieren dejar abierta.
En el debate entró un nuevo elemento: el cambio en la edad de los aspirantes. ¿Confirma ese anhelo una reforma a medida del oficialismo?
Lamentablemente, seguimos con las reformas a medida de un movimiento político. El tema de la edad también responde a eso. Responde a los cuadros políticos de AP que se ven con alguna posibilidad de recambio. Eso no tiene que ver con el fortalecimiento de la democracia ni del Estado de Derecho ni el fortalecimiento del Estado constitucional. Tiene que ver con un cálculo político concreto. Y, lamentablemente, en un país donde las reformas se hacen ad hoc, se está demostrando la limitación del proyecto político y se vuelve a los vicios del pasado, a los vicios del caudillismo como Leitmotiv para la reforma.
¿El escenario, desde ese punto de vista, es de control total?, ¿Cómo avizora usted el debate con los elementos que se perfilan?
Estamos asistiendo ya a una campaña anticipada. El resultado de las seccionales del 23 de febrero removió el movimiento y ha hecho que más allá de la coyuntura se esté pensando en 2017. Hay voces que consideran que la crisis económica podría ser un factor relevante para la presentación o no del Presidente. Creo que no es así. Lo que condiciona la posibilidad de que se presente, después de que se tramite la enmienda de la reelección, dependerá de las posibilidades de triunfo de AP con otro candidato.
¿Y el discurso de la restauración conservadora? El Presidente había asegurado que no estaba en sus planes volver a las lides electorales
Requerían una justificación, que podía venderse a la sociedad ecuatoriana, para un cambio tan dramático de posición. Además de eso, en democracia, el hecho de que haya otras fuerzas, otros proyectos políticos en juego, otros intereses y otras formas de entender el mundo, es parte del pluralismo. Puede ser que uno no esté de acuerdo con esas otras visiones, pero son parte de las opciones de una sociedad. El riesgo del debate político con otras opciones solo existe para AP pero para la democracia lo fundamental es que las personas tengan información y puedan decidir. La Constitución de 2008 establece un modelo de sociedad en la que uno podía estar de acuerdo o desacuerdo. Ahora lo ha demostrado el propio AP, la Carta Magna puede ser modificada en función de los intereses coyunturales de una fuerza política. Ellos mismo están debilitando ese proyecto. Ahí hay una contradicción muy fuerte y muy grave del oficialismo respecto a lo que han defendido.
¿Es el origen del nuevo alcalde de Quito, Mauricio Rodas, o la campaña del líder de Creo, Guillermo Lasso, lo que dispara ese discurso?
Es una amenaza regional, en realidad. Se ha presentado como una amenaza a la patria grande, a los proyectos de los gobiernos progresistas, como los llaman. En Ecuador ha tenido que ver con la derrota del 23 de febrero. Pero, insisto, el tema de las opciones es parte de la pluralidad del ejercicio político, del proceso democrático. En esa medida, pensar que el discurso oficial es parte de una estrategia legítima para defender su proyecto político sería aceptar algo que ellos mismo rechazaban como práctica de la vieja política: que cualquier medio justifique alcanzar los fines. Obviamente, el 23 de Febrero y la presencia política de Lasso en este momento es parte de la discusión política del país y si uno es demócrata tiene que aceptar que hay ese debate.
Pero el oficialismo se ampara en la mayoría en la Asamblea como un argumento de legitimidad y de representación ciudadana. ¿Es suficiente?
Habría que recordar que esas reglas se aprobaron mediante un referéndum. Los ecuatorianos aprobaron de forma mayoritaria el hecho de que en Ecuador había una reelección limitada, por lo tanto la Constitución fue legitimada por el pueblo a través del voto. Cuando se modifica esta idea central de la reelección se entendería que ellos iban a ser consistentes con el discurso previo, es decir, que el poder constituido no podía modificar lo que el poder constituyente estableció. También se esperaban que fueran consecuentes con su discurso de que los grandes temas del país se tenían que someter a consulta popular. Cuando deciden no hacerlo, están yendo contra su discurso de legitimidad democrática a través de las urnas y contra su propia defensa de que el interés de la sociedad en temas relevantes debía reflejarse a través de las consultas populares. El resultado: someten un tema de trascendencia nacional a un cálculo de coyunturas. No quieren desgastarse en una campaña por la reelección. Constitucionalmente es posible. Pero es inconsecuente con su propio discurso e inconsistente con los valores que decían defender.
Pese a no necesitarlo, AP ha buscado el apoyo de partidos aliados como el Socialista y Avanza en el tema de la reelección. Además, acordaron formar un gran frente de izquierda, desconociendo al que ya existe en la Asamblea.
Desde la perspectiva de la credibilidad, solo alguien que esté muy despistado podría creer que eso demuestra un nivel de consenso de fuerzas políticas. En el tema ideológico, Avanza está más cercano a la socialdemocracia. Es un discurso político más que ideológico.
¿En qué medida, el debate de la reelección atomiza las diferencias políticas al interior de AP? ¿Es este tema la forma de zanjar la diversidad de criterios?
AP se alineará a lo que diga el Presidente Correa. Por eso era tan importante su declaración adhiriéndose al proyecto de la reelección. Su voz elimina cualquier posición de debate sobre el tema. Las diferencias internas no se van a presentar a la esfera pública, no habrán contradicciones importantes. Hacia adentro, no sabemos. (PRN)
Lo que condiciona la presentación de Correa es la posibilidad de triunfo con otro candidato’.
AP no quiere desgastarse en una campaña por la reelección. Es inconsecuente con su discuro
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