Viernes ,28 de Marzo de 2014
Jean-Romain Beltinor clavó su azada para preparar la tierra para sembrar semillas que no tiene.
Luego de meses de sequía en el noroeste
de Haití, este campesino que vive de lo que cultiva enfrenta
dificultades para alimentar a sus 13 hijos. Para ganar algo de dinero,
debe ocuparse de tareas que empeoran las cosas, como cortar los pocos
árboles que quedan para usarlos como leños.
"No llueve. No puedo alimentar a mi
familia", dice Beltinor, un hombre taciturno, con el rostro surcado por
arrugas y un tono anaranjado en su cabello, mientras extrae raíces
viejas de su pequeño terreno. "A veces pasamos un par de días sin
comer".
La sequía golpea más a una de las partes
más desoladas y hambrientas de la nación más pobre del hemisferio y
causa alarma en organizaciones internacionales de ayuda como el Programa
Mundial de la Alimentación de las Naciones Unidas, que envió personal
esta semana para distribuir trigo bulgur, aceite para cocina y sal.
El organismo dice que repartió alimentos
entre 164.000 personas por ahora. El gobierno agregó que repartió 6.000
paquetes de semillas entre los campesinos.
Las autoridades esperan dejar a la gente
en condiciones de sobrellevar la temporada de lluvias, que empieza en
abril, hasta las cosechas de junio.
En el "lejano oeste" de Haití ha llovido
un 50% menos que lo habitual, continuando una tendencia que viene de
los dos últimos años, según la Red de Sistemas de Alertas Tempranas de
Hambrunas del Servicio Geológico de Estados Unidos, que observa el
clima, la producción agrícola y los precios de los alimentos en un
esfuerzo por evitar hambrunas.
"Las familias no pueden comprar cosas
como semillas para la próxima cosecha ni pagar matrículas escolares ni
medicinas", señaló Chris Hillbruner, asesor de esa red. "Tienen
problemas para satisfacer sus necesidades alimenticias básicas".
Los campesinos han tenido que vender sus
animales y comerse los granos para plantar. Los animales que no son
vendidos a menudo se debilitan mucho o sufren enfermedades.
La esposa de Beltinor, Jenila Jean-Baptiste, dijo que recibió una ayuda de 35 dólares del gobierno en septiembre.
"Gasté ese dinero en las matrículas
escolares y zapatos para los niños, pero no fue suficiente", expresó la
mujer desde la puerta de su casa de ramas de árboles y paja.
Varios de los hijos de Beltinor, seis de
los cuales tuvo con Jean-Baptiste, muestran síntomas de malnutrición:
cabello rojizo, barriga prominente, extremidades muy delgadas.
"Al nacer lucían como niños normales,
pero con el paso del tiempo se empiezan a ver cada vez menos
saludables", dijo Jean-Baptiste.
Ya antes de que comenzase la sequía el
gobierno había reportado que una cuarta parte de la población de esa
zona padecía de malnutrición crónica. Un 5% de los casos eran agudos.
Desde entonces, el problema entre los
niños se ha agravado, según Faith Leach, quien fue ejecutiva del
Hospital Evangélico de Bombardopolis por dos décadas. Ocho niños fueron
tratados por malnutrición entre octubre y diciembre. En febrero hubo 30
casos.
En los pueblos costeros de esta región
no hay gasolineras, casi ninguna calle está asfaltada y las casas son de
heno, piedras y ramas. Los únicos indicios del siglo XXI son algunas
torres de compañías de teléfonos celulares que se elevan por encima de
las rocas y los cactus.
Dentro de lo relativo, Bombardopolis es
afortunada. Se encuentra en la cima de una meseta llamada "La
Plataforma" desde la que se puede ver el Caribe y cuenta con algunos
árboles saludables. Pero la sequía hace peligrar todo eso.
Desde las colinas surgen columnas de
humo de fogatas. Beltinor y tantos otros cortan los árboles que quedan
para vender leña. Lo poco que ganan lo usan para comprar semillas, en la
esperanza de que podrán plantarlas.
Solo el 2% del territorio haitiano está
cubierto de bosques y los expertos dicen que la deforestación ha dañado
el suelo, reduce las lluvias y agrava las inundaciones cuando llueve.
"La miseria nos hace hacer esto", dice Beltinor, aludiendo a la tala de árboles./ AP
No hay comentarios:
Publicar un comentario